Redacción (Lunes, 12-06-2017, Gaudium Press) Cuenta el libro del Éxodo cómo la victoria de Josué luchando en defensa del pueblo hebreo dependió enteramente de la oración de Moisés, el cual -apartado del combate físico, y retirado en lo alto del monte santo- intercedía por ellos junto a Dios, transformándose así en el verdadero artífice del triunfo.
A lo largo de setenta y siete fructuosos años, Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EPMons. João Scognamiglio Clá Dias, EP, vivió en una total fidelidad a la Cátedra de Pedro, confirmando su adhesión al Magisterio por medio de innumerables y portentosos trabajos en pro de la salvación de las almas. Sobre todo, grandes fueron los sufrimientos que tuvo que enfrentar, con un ánimo cada vez mayor, ofreciendo todo para la exaltación y gloria de esta institución que él tanto ama: la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana.
No obstante, únicamente en el cielo podremos conocer todo aquello que él logró conquistar junto a Dios, pues, a pesar de que son múltiples las obras que ha realizado, ante Dios, el ser tiene mucho más valor que el hacer, y es en esto que encontrará su verdadero mérito.
Teniendo bien claro el gran crecimiento y proporción alcanzados por la obra nacida de sus manos, Mons. João Scognamiglio Clá Dias, el 2 de junio de 2017, se elevó a la posición de mediador junto a Dios a favor de los suyos, al presentar su renuncia a los cargos de Superior General de la Sociedad Clerical de Vida Apostólica Virgo Flos Carmeli y de Presidente General de la Asociación Privada de fieles Heraldos del Evangelio, a fin de que uno de sus hijos espirituales continúe la obra por él comenzada.
Con todo, incluso no poseyendo más el título de Superior General, jamás podrá caber a otro la misión de padre y, como tal, su papel al lado de sus hijos es insustituible, pues fue constituido por Dios como modelo y guía para ellos, manteniéndose como el guardián de este sublime carisma, que a él le confió el Espíritu Santo.
Así, Dios le tiene reservadas hazañas todavía mayores en comparación con las que ya realizó y, entre estas se encuentra la de impetrar ardorosamente por la instauración del Reino de María Santísima sobre la tierra.
A continuación el texto de la comunicación de Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP, traducido al español:
A MIS HIJOS ESPIRITUALES
Desde toda la Eternidad, la comunión entre el Padre y el Hijo, envuelta en las amorosas llamaradas del Espíritu Santo, consistía también en considerar todas las infinitas maravillas que, al unísono, la Trinidad Beatísima operaría en la Obra de la Creación. Anteviendo toda la gloria y el esplendor que las Tres Personas Divinas derramarían sobre sus criaturas, el brillo de su inconmensurable amor resplandecía todavía más.
Sin embargo, a los ojos del Verbo Eterno, poco o casi nada valía aquello. El camino más glorioso era aquél que Dios había reservado a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad: «Se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. […] Se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de Cruz».
En el transcurso de su vida terrena, el Verbo Encarnado no hizo otra cosa sino mostrar a la humanidad que la vía más luminosa, y la única que conduce a la verdadera gloria, es la vía de la abnegación y del sufrimiento bien aceptado. «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga».
Así, pues, considerando mis setenta y siete años -sesenta de los cuales de labor y sufrimientos al servicio de la Santa Iglesia Católica-, teniendo en vista claramente toda la envergadura y el prodigioso crecimiento de esta Obra, nacida de mis manos, y sabiendo que delante de Dios tiene un valor mucho mayor el ser que el hacer; después de mucho rezar, me pareció más justo a los ojos de Dios y de María Santísima renunciar a mi cargo de Superior General, a fin de que un hijo mío, bajo la acción del Espíritu Santo, pueda conducir esta Obra hacia la perfección que desea Nuestra Señora, tal como la imprimió en el alma del Fundador.
Al dejar este cargo, no puedo -ni es mi deseo-, delante de Dios, renunciar a mi misión de padre. Hago a la Trinidad Santísima, por medio de mi Madre y Señora, la Virgen María, el firme propósito de continuar intercediendo por mis hijos junto a Dios, con mis súplicas y preces. Continuaré a disposición de todos y cada uno, por saberme constituido por Dios como modelo y guardián vivo de este carisma, que me fue confiado por el Espíritu Santo.
Ruego a todos que continúen rezando por mí y por esta Obra, a fin de que todo el proyecto que Dios tiene sobre nosotros alcance todo su esplendor, para gloria suya y de la Santa Iglesia, a fin de que sea instaurada en la tierra la plena unión con los Cielos: el Reino de María Santísima.
Caieiras, 2 de junio de 2017
Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP
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