Uno de los aspectos de la devoción a San José que más encantaba a Plinio Corrêa de Oliveira era su misión como protector de la Santa Iglesia:
El protector de algo es, de algún modo, un símbolo de aquello que protege. Consideren Uds., por ejemplo, alguien que sea guardia de la reina de Inglaterra. Él, de algún modo, toma en sí algo de la realeza de la reina; ¡es un honor ser guardia de la reina! Para ello se escogen los individuos más capaces, los que tengan más coraje, los que en las guerras probaron mayor dedicación a la Corona inglesa. Estos son los invitados a ser guardias de la reina.
Si es un honor ser guardia de la reina, si es un honor ser guardia del Papa, ¡qué honor ser el guardián de la Santa Iglesia Católica! (…)
Por tanto, ¡imagínense lo que implica ser el santo patrón de la Iglesia Católica! Es preciso que sea alguien tan elevado, tan excelso que, por así decir, tiene que ser el reflejo de la Iglesia que guarda, para estar proporcionado a Ella. 1
Una misión desconocida
Es de lamentar que la grandeza de la misión de San José no sea conocida por todos los fieles católicos, y la espiritualidad que de ella deriva tan poco puesta en práctica.
La piedad popular venera muchas de sus virtudes, como su virginidad inmaculada, humildad insuperada, espíritu de sacrificio absoluto y seriedad en el trabajo eximia, etc… pero con una visión tuerta, incompleta, parece olvidar la gloria que merece también por su realeza, su combatividad, por su poder exorcístico, en fin, por ser el glorioso defensor del Divino Infante.
Al enviar a su Hijo al mundo, el Padre sabía que Él se vería rodeado por el odio desenfrenado y mortal de los malvados (…) Sin embargo no lo hizo nacer en un castillo inexpugnable (…) ni provisto de ejércitos numerosos y disciplinados (…) Para defender de tantos riesgos al pequeño Jesús, solamente un hombre fue escogido: José, a quien el mismo Padre Eterno confió la misión de ser en la tierra, el padre virginal de Jesús. Él será el brazo fuerte del Todopoderoso para custodiar y salvar al Hijo de Dios y a su Madre Santísima de los más variados peligros. 2
¿Aquel que fue el defensor de Cristo en la tierra, no lo será acaso de la Iglesia, su cuerpo místico, estando en el cielo? Claro que sí, y es por esto que Mons. João Clá, en su reciente libro “San José, ¿Quién lo conoce?”, no duda en llamarlo de Cruzado de la Luz, síntesis de fortaleza y virginidad, “pues la pureza íntegra es la única capaz de generar en el corazón humano las energías necesarias para enfrentarse a las dificultades con ánimo resuelto y total certeza de la victoria.” 3
Qué triste ver como muchas veces esta faceta gloriosa de San José se ha ocultado en la niebla de una incompleta, por no decir falsa devoción, y es increíble e incluso asustador constatar como muchos pueblos parecen haber borrado del libro de la historia, las gestas grandiosas que el Santo Patriarca obró en el pasado para proteger a sus fieles.
En defensa de la Fe de un pueblo
Entre las muchas intervenciones en la historia del defensor por excelencia de la Santa Iglesia, se cuenta la que realizó en favor del pueblo de Costa Rica, cuando se veía amenazado por las huestes protestantes de los filibusteros, mercenarios al comando de Willian Walker, con la intención de invadir Centroamérica.
El 19 de marzo de 1856, la vieja Catedral capitalina de San José de Costa Rica, reunía sus mejores galas, y en ella a un pueblo amenazado en su soberanía pero principalmente en su fe, que imploraba a su santo patrono protección ante la inminente invasión.
Un Santo Generoso
Confiadas en la protección del santo patriarca salieron las devotas tropas en procesión con la sagrada imagen del patriarca, que se quedó al margen del Río Virilla.
Pero según nos cuentan las crónicas el santo fue más allá:
En 1930, de acuerdo con el testimonio de su padre, contaba el octogenario Melchor Vindas que, estando las tropas costarricenses en plena lucha, apareció un extranjero reclamando a los oficiales el valor de varios cañones, que decía haberle vendido a un tal José, cuyo apellido no recordaba.
Honrados como eran los oficiales de nuestro ejército, convocaron a todos cuanto se llamasen José entre sus filas… mas ninguno de ellos había visto en su vida al extranjero, ni este reconoció entre ellos a su comprador. Se decidió, entonces, enviar al acreedor a la capital, a ver si daba con el extraño José quien tan generosamente había donado los cañones al ejército libertador.
Tampoco hubo suerte en la ciudad con el misterioso comprador y el reclamante perdía ya el humor. Así las cosas, no se sabe sí en broma o en serio, se le ocurrió a alguien mostrarle al apremiado extranjero, el único José que quedaba en la capital sin presentársele: el de la catedral. Fue entonces, frente al altar, que exclamó el hombre, entre alegre y asustado: “¡Este, este, es el Jushé que me compró los cañones! 4
Un Santo Guerrero
Divertida por ingeniosa, podría no pasar de ahí la anécdota, sino la reforzaran como histórica otras parecidas. Tal es la que cuenta, en una de sus crónicas, el periodista Joaquín Vargas Coto, sucedida durante la Campaña del Tránsito:
Corría la oscura y lluviosa noche del 22 al 23 de diciembre de 1856, cuando bajaban por el río San Juan, Spencer, Máximo Blanco, Francisco Alvarado, el capitán Cauty y 45 costarricenses en cinco lanchas remeras.
De pronto, un señor se arrima a las naves de los ticos, habla con los jefes y les brinda informes precisos; sigue con ellos y al despuntar el alba, los cuatro vapores filibusteros anclados en San Juan del Norte habían caído en poder de los nuestros. Eso sí, nadie volvió a ver al misterioso señor después de la hazaña.
Reapareció el día 27, cuando nuestras fuerzas avanzaban sobre el fuerte del Castillo Viejo, vistiendo como cualquier otro soldado y cubierto con un sombrero de paja: fue el guía del ataque. Volvió a aparecer cuando la toma del Fuerte San Carlos y, luego, en el lago, cuando la captura de otros vapores… después, desapareció del todo.
Para entonces, Walker estaba derrotado y la campaña bélica ganada. 5
San José Victorioso
“De regreso las tropas victoriosas, entraron a la Catedral para el Te Deum. Sorprendidos, los soldados reconocieron en la imagen del santo al “señor” aquel de la lucha en el río… y le aclamaron.” 6
Por esa razón, anota el historiador Francisco María Núñez: “El santo patriarca San José luce, cruzada al pecho, la bandera tricolor y fue costumbre que las milicias le rindieran honores, durante la misa y la procesión del 19 de marzo, día señalado para su fiesta nacional”.7 “Era costumbre en antaño que ese día, además de la escarapela tricolor, en lugar de la vara florida, que es su atributo, llevara el santo un fusil de chispa.” 8
Cuenta una tradición hoy lamentablemente olvidada, que el santo patriarca fue nombrado capitán de las milicias josefinas y patrón de la diócesis.
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Este impresionante milagro histórico es un claro ejemplo de la veracidad e importancia del papel de San José como protector de la Iglesia, pues él mismo se hizo presente en el campo de batalla, como un buen general dirigiendo a sus fieles hacia la victoria.
¿Cuánto lucraríamos si invocásemos más seguido al mayor de todos los santos?
A este guerrero invicto, que ante tantos peligros que nos cercan en este mundo pecador y caótico, y ponen en peligro nuestras almas, puede con su presencia exorcística hacer temblar a los infiernos y acabar con las insidias del demonio en un instante.
Invoquemos la protección de San José y pidámosle nos haga salir victoriosos en todas la batallas que se avecinan y nos lleve incólumes hasta el reino de su virginal esposa, el Reino de María.
Por el Hno. Santiago Vieto R.
Citas
1- Plinio Correa de Oliveira, Conferencia del 19 de marzo de 1969.
2- San José, ¿Quién lo conoce?, Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP. Pág., 23, 24
3- Ídem. Pag, 25
4- “San José, Santo Patrón”. La Nueva Prensa , 30 de marzo de 1930.
5- Periódico La Nación, 19 de marzo 2017, Un Santo en la campaña nacional, Andrés Fernandez.
6- Mi señor, San José, libro citado en Periódico La Nación, 19 de marzo 2017, Andrés Fernandez.
7- San José, Capitán de las Milicias Josefinas y Patrono de la capital de Costa Rica.
8- Periódico La Nación, 19 de marzo 2017, Un Santo en la campaña nacional, Andrés Fernandez.
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