El día de ayer la Santa Madre Iglesia celebró la Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, motivo por el cual el Coro de los Heraldos, San Alfonso María de Ligorio, solemnizó la eucaristía en el Templo Votivo. Durante el transcurso de la semana serán publicadas las fotografías.
Entretanto, el día de hoy 28 de Junio, al ser el segundo sábado después de Pentecostés, es recordada la Memoria del Inmaculado Corazón de María. Por esta razón publicamos un artículo del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, el inspirador de los Heraldos del Evangelio y formador de Mons. Juan Clá, a respecto de esta fiesta tan querida para nosotros.
El Corazón Sapiencial e Inmaculado de María
El Prof. Plinio Correa de Oliveira así nos presenta la sabiduría de la Santísima Virgen:
¿Qué viene a ser la “sapiencialidad” del Corazón de María?
La sabiduría, como virtud de la inteligencia, nos hace ver todas las cosas por sus aspectos más elevados, aquellos por donde más se asemejan a Dios Nuestro Señor, ser absoluto, infinito, perfecto y eterno, que jamás podría sufrir ninguna alteración.
Considerando así al universo, la mente humana adquiere una admirable unidad y una extraordinaria coherencia: nada de contradicción, de laceración o excitación, sino seguridad, fe, convicción, firmeza desde los más altos principios hasta las cosas con mejor importancia.
Esta es la fisonomía moral del varón verdaderamente católico: coherente en todo, porque en él todo proviene de los más altos pensamientos del espíritu, es decir, de aquellas que se anclan en Dios Nuestro Señor. En cuanto a la virtud de la voluntad, la sabiduría es la disposición de seguir lo que la inteligencia nos indica, y por tanto, de hacer inquebrantable y firmemente nuestro deber.
Inteligencia soberanamente limpia y lúcida, porque está llena de la convicción de la existencia de Dios y de la fe sobrenatural; inteligencia, porque limpia y lúcida, es sumamente coherente; voluntad fuerte, firme, inquebrantable, constantemente dirigida para el fin que ella debe tener – esto nos revela al hombre sapiencial. Esta virtud de la sabiduría, contiene, por lo tanto, todas las otras virtudes, está puesta en el primer mandamiento de la Ley de Dios. Cuando el decálogo dice: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Dt. VI 5), él nos invita a que seamos así.
Así es Nuestra Señora.
El corazón de María Santísima (quiere decir, su alma) es soberanamente elevado, soberanamente grande, soberanamente serio, soberanamente profundo, porque es sapiencial. Ella es el vaso de elección en el cual posó el Espíritu Santo, para generar a Nuestro Señor Jesucristo. Y el único himno que conocemos como el preferido por Nuestra Señora en su vida terrena es una verdadera maravilla de la sabiduría: el Magnificat.
“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación” (Lc. I, 47-48).
(Prof. Plinio Corra de Oliveira, Conferencia el 21/8/1968)
Extraído delo site oficial de los Heraldos del Evangelio: http://es.arautos.org/
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