¿Qué no es capaz de hacer el amor de una madre por su hijo? Pregunta imposible de responder, pues no hay límites para el corazón de una verdadera madre.

Por ocasión del terible terremoto, seguido de tsunami, que atingió la región de Fukushima en Japón en 2011, un episodio entre muchos marcó los equipos de rescate.

En medio de los escombros de una casa el jefe de un equipo avistó una joven. Con mucha dificultad consiguió tocar su cuerpo constantando la muerte, pues estava  frio y endurecido. Una vez que no había qué hacer, parten en busca de posibles sobrevivinetes en otros lugares. Entretanto, algo sentía el reponsable del equipo que veía ser necesario volver hasta aquel cuerpo. De hecho volvió. Nuevamente con gran esfuerzo alcanza con sus manos el cuepo, y de esta vez consigue moverlo y constata, con gran sorpresa, que abajo del cadáver dormía, tranquilamente un pequeño bebé.

Un bebito de apenas tres meses, envuelto en una suave manta, protegido del desmonronamiento de la casa por el amor de su madre. El médico que sacó el niño de la manta encontró junto a él un celular donde la jóven madre dejó su testamento de amor: “Hijito mío, si sobrevives, recuérdate siempre que tu madre te ama”.

Este amor materno es apenas una figura del amor que Dios tiene para con cada uno de nosotros. Asumiendo nuestra naturaleza Él quiso padecer en una cruz para redimir la Humanidad decaída por el pecado original. Y, como si eso no bastase, en la Cruz nos dejó el mayor testamento de amor que jamás existió, entregándonos a su propio Hijo.

Y así, a la manera de la heroica madre, prefirió morir de una muerte ignominiosa y brutal para salvarnos de la muerte del pecado.

Este es el saludo que de parte de los Heraldos del Evangelio de Costa Rica queremos hacer llegar a todas las madres.