Fue el día 13 de mayo de 1917 que los tres pastorcitos – Lucia, Francisco y Jacinta – vieron por primera vez a Nuestra Señora en Cova de Iria, en Fátima, Portugal. La Santísima Virgen aparecería a ellos cinco veces consecutivas, casi siempre el día 13 del mes, hasta octubre de aquel año.

El mundo estaba sumergido en las incertezas y en el sufrimiento de la Primera Guerra Mundial, que todavía se complicaría al poco tiempo con la irrupción de la llamada gripe española y, mucho peor, con la victoria de la revolución comunista en Rusia.Nossa Senhora Fatima.jpg

Al mismo tiempo, la sociedad aceleraba su caída en la rampa de la crisis de la fe y de la moral hasta llegar al punto en que nos encontramos hoy. Nuestra Señora venía a traer palabras de esperanza, un llamado a la conversión y oración por la conversión de los pecadores. Sobretodo, venía a hacer la promesa de una gran victoria:

“Por fin, Mí Inmaculado Corazón triunfará!”.

El fallecimiento de la Hermana Lucia en 2005, poco antes de la del Papa Juan Pablo II, nos recordó vivamente las apariciones de Fátima. Hasta el fin de su vida, a los 98 años, ella fue un testimonio vivo, y recordaba al mundo las palabras de la Santísima Virgen. Él, el Papa que más se mostró vinculado a Nuestra Señora de Fátima, y que todavía nos recordaba el 13 de mayo de 1982: “La invitación evangélica a la penitencia y a la conversión, expresada con las palabras de nuestra Madre, siguen siendo actuales (…) Incluso hoy, es más urgente!”

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