El Dr. Plinio dedicó toda su existencia al servicio de la Iglesia Católica y de su ortodoxia. Siendo la Iglesia el Cuerpo Místico de Cristo, la lucha por defenderla no podría darse solamente en el campo natural y humano, sino y más especialmente en la esfera sobrenatural. Por eso, él siempre consideró su misión, su obra y su actuación íntimamente ligadas a los ángeles, al punto de constituir una Caballería Angélica única en defensa de la Fe y de la Civilización Cristiana. Pocos meses aún antes de su partida para la eternidad 1, el Dr. Plinio recordaba a sus discípulos esa verdad tantas veces explicada por él a lo largo de su vida:

Yo entendí perfectamente que el mundo estaba siendo sacudido por una sola Revolución. Que esas revoluciones a las cuales los historiadores les dan diferentes nombres, todas ellas son aspectos de una sola Revolución, que tenía como finalidad acabar con todas las desigualdades e implantar la igualdad completa.

En último análisis, el primer revolucionario fue satanás. Él recibió la revelación de la Encarnación del Verbo, recibió probablemente la revelación de que el Verbo Encarnado nacería de la Virgen María y que Ella sería Inmaculada.

Ante esa revelación, Lucifer lanzó el primer golpe, el primer grito de revolución. Ese grito repercute hasta hoy: “Non serviam” – “¡No serviré!” – (Jr 2, 20). Es decir, “No me inclinaré, no obedeceré a esa criatura unida al Creador, que Dios quiere crear. Yo soy un ángel, soy un espíritu puro, soy el más espléndido de todos los ángeles, ¡no voy a aceptar esa propuesta!” Y cuando él gritó “¡No serviré!”, ese grito produjo una impresión enorme sobre los otros ángeles. Y se estableció en el Cielo la primera de todas las revoluciones.

Y, acto seguido, nació gloriosamente, luminosamente, la Contra-Revolución. Es San Miguel Arcángel que, aunque siendo un ángel de una jerarquía menor que la de Lucifer, obedece a Dios y levanta el estandarte de la disciplina, de la jerarquía, de la obediencia, contra el estandarte maldito de la desobediencia, de la insolencia, de la rebelión, de la negación de Dios, que satanás había levantado. Dos ejércitos se forman en los espacios celestiales y traban, dice la Escritura, una gran guerra: Et factum est proelium in cælo (Ap 12, 7). En esa batalla San Miguel Arcángel – naturalmente favorecido y protegido por Dios –, con los ángeles fieles, alcanzó la victoria. Satanás y sus ángeles fueron derribados y lanzados al Infierno para siempre.

Esa fue la primera Revolución, modelo y causa profunda de las demás revoluciones. Comenzaba entonces la historia del mundo antes de la creación de los hombres.

¿Eso no explica toda nuestra actuación? ¿No es trabajar por la Santa Iglesia Católica? ¿No es trabajar por la jerarquía, por el buen ordenamiento de las cosas que reflejan las perfecciones de Dios adecuadamente? Todo lo contrario de eso no es sino la Revolución maldita e igualitaria.

1) Trecho de una conferencia del Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, del 11.8.1995.

Oración a San Miguel, pidiendo la gracia de ser un perfecto caballero

¡Oh, San Miguel Arcángel!, que desenvainaste vuestra espada en el Cielo para vengar la gloria de Dios y de su Madre Santísima contra los ángeles rebeldes, dadme la gracia de ser, en este auge del poder de las tinieblas, un perfecto caballero de la Caballería Angélica suscitada en nuestros días para combatir al demonio y sus agentes terrenos e implantar el Reino de María.

Para eso, obtenedme la gracia de tener un espíritu profundo, serio, abnegado, embriagado de fervor por la Contra-Revolución, así como desbordante de odio y de desprecio por la Revolución satánica, igualitaria y gnóstica.