Redacción (Jueves, 26-10-2017, Gaudium Press) Desde la antigüedad todas las culturas han dedicado días específicos para la celebración de fiestas religiosas, así como para conmemorar gloriosos hechos del pasado que marcan la historia de los pueblos, lo que conlleva a una conclusión de carácter antropológico y metafísico sobre la necesidad intrínseca del hombre de cada cierto tiempo cortar la rutina, lo ordinario del día a día con consideraciones de mayor escala, que eleven las mentes a horizontes más amplios.

Pero desagradablemente, en el moderno, burdamente pacato y globalizado gusto por la fiesta, paradójicamente se multiplican infinitamente los motivos para celebrar la vida, la existencia terrenal y hasta las ínfimas cosas – no me extrañaría que me dijeran que hoy es el día internacional del crustáceo -, al mismo tiempo que vaciamos de sentido y contenido e inclusive ocultamos el verdadero origen de las fiestas realmente importantes, como ha sucedido con la Navidad, la Pascua… etc.

El materialismo, heliogávalamente consumista, insaciable de banalidad, entre lucecitas intemperantes y músicas superficiales ha logrado distraer a los hombres, opacando la grandeza, por ejemplo, del momento sublime en que nació el Salvador del mundo. En que lo eterno invadió el tiempo para dividir la historia en dos y grabar en el libro de la vida la palabra Redención.

Y nos podemos preguntar: ¿Habrá sido suficiente para el príncipe de las tinieblas el ensuciar la inocencia de los niños, cambiar la cándida luz de las velas al lado del árbol siempre verde (Tannenbaum) símbolo de la perennidad de la virginidad de María Santísima, las sublimes armonías del “Stille Nacht”(Noche de Paz), las devotas oraciones al recién nacido… por una burla atea en que más se glorifica al dios Mamón que al Mesías?

No, “Abyssus abyssum vocat” Un abismo llama otro abismo… El príncipe de este mundo, Satanás también ha querido tener su fiesta, y que se celebre con toda oficialidad.

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“Halloween” ¿Fiesta de qué?

Y es aquí que podemos considerar que sentido tiene celebrar el “Halloween” hoy en día.

En realidad creo que es totalmente innecesario, centrarse en descubrir los al parecer arcanos y confusos orígenes de esta “fiesta pagana”, que algunos califican como “inocentes costumbres” o juegos de niños, para poder emitir un juicio al respecto.

Bien es sabido por testimonios de personas arrepentidas que estuvieron bien cerca del Demonio, que esta es en la actualidad la conmemoración de mayor importancia para aquellos que alegan servir al Señor del mal, y que obviamente no faltan en esta “celebración” todo tipo de blasfemias y sacrilegios los más graves imaginables… que ni siquiera conviene citar.

Para juzgar mejor este tipo de cosas lo que más nos hace falta quizás, es recuperar algo que G.K. Chesterton llamaba de “el menos común de los sentidos en la actualidad”, y este es el Sentido Común.

Pues no creo que haga más falta que eso y un pequeño rayo de luz de la inteligencia, para ser capaz de deducir que la fiesta que glorifica lo horrendo, lo tenebroso y lo oscuro, NO va con Dios.

Nuestro Señor dijo muy claro: “El que no está conmigo, está contra mí”. Mateo 12:30

Fiesta de Disfraces

Todos sabemos que Dios es la Bondad, la Verdad y la Belleza.
Y por lo tanto podemos deducir, que por medio de la belleza que es objetiva, y que percibimos a través de nuestros sentidos, encontramos una vía de santificación que nos hace alcanzar el Creador.

Pero también, por lógico antagonismo se deduce que aquello que es feo, oscuro, mentira y confusión nos aleja de Dios, llevándonos al mal. “Si alguno tiene oídos para oír que oiga” Marcos 4:23 pues está más claro que el agua. Lógica pura.

¿Y cómo es posible entonces que alguien que se dice “Cristiano”, y que por lo tanto dice querer ser como Cristo, se vista de monstruo, bruja o demonio? Algo no encaja.

Ya ni siquiera se preocupan como los fariseos de antaño de ocultar la podredumbre interior en un exterior aparentemente en orden. Si no que hoy el mundo se gloría de que un día al año las personas muestren aquello que llevan dentro, lo que generalmente está oculto, y la oscuridad, la fealdad y confusión de las almas queda a la vista de todos. Pues seguramente si viésemos las almas como vemos los cuerpos todos los días, no creo que sería muy diferente a vivir en un continuo halloween.

Pérdida de la razón y pérdida de Fé

Solo es comprensible la aceptación que hay en países que se dicen Cristianos a este tipo de festividades, por una pérdida de la luz de la razón y más preocupante aún de la Fé.
Que haya gente que celebra algo sin saber bien qué es lo que se celebra es una clara prueba de esto. Mucho ignorante hay de por medio, ¡pero que ignorancia culposa!

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Otros dicen celebrarlo porque todo el mundo lo hace, lo que no es cierto, aunque quizás estos se refieran con “mundo” a aquellos círculos sociales y “amistades” que no quieren defraudar, porque en el fondo, aunque no lo digan, se avergüenzan de ser Católicos. A estos es bueno recordar las palabras del Salvador:
“Porque cualquiera que se avergüence de Mí y de Mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo de Hombre también se avergonzará de Él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles” Marcos 8:38

Otros, se regocijan en la creencia de que el demonio no existe, diciendo que solo es una figura que representa el mal… a pesar de que su existencia es afirmada innúmeras veces por el mismo Nuestro Señor Jesucristo. ¡Simplemente son herejes! Y es por eso que uno de los mayores triunfos del demonio es hacer creer a las personas que él no existe. Claro, imaginen que repugnantes carcajadas debe dar Satanás al ver que consigue rebajar al hombre a un tal nivel de irracionalidad en que lo hace capaz de celebrar el mismo mal, que supuestamente no existe.

Como católicos, más que dudar y preguntarnos si adherir o no al mundo y festejar “ingenuamente” esta fiesta de Satanás, deberíamos preguntarnos ¿Qué acto de reparación, que oración, que penitencia haremos para así aliviar el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María, tan ofendidos? Materia para meditar.

Por Santiago Vieto