El “Lauda Sion”

Monseñor Joao Clá Dias, EP

La secuencia de la Misa del Corpus Christi está constituida por un bellísimo himno gregoriano, titulado Lauda Sión. Bellísimo por su variada y suave melodía y mucho más por la letra, él canta la excelsitud del don de Dios para con nosotros y la presencia real de Jesús, en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en el pan y en vino consagrado.

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“La devoción a la Eucaristía es la más noble de todas
las devociones, porque tiene al propio Dios por
objeto; es la más saludable porque nos la da el propio
autor de la gracia; es la más suave, pues suave es
el Señor” (San Pío X)

El propio origen de ese cántico esta envuelto en lo maravilloso típicamente medieval.

Urbano IV se encontraba en Orvieto, cuando decidió establecer la conmemoración del Corpus Christi. Estaban coincidentemente en aquella ciudad dos de los más renombrados teólogos de todos los tempos, San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino. El Papa los convocó, así como a otros teólogos, encomendándoles un himno para la secuencia de la Misa de esa fiesta.

Se cuenta que, terminada la tarea, se presentaron todos delante del Papa y cada uno debía tener su composición.

El primero en hacerlo fue Santo Tomás de Aquino, que presentó entonces los versos del Lauda Sión.

San Buenaventura, acto continuo a aquella lectura, quemó su propio pergamino, no sin causar espanto en Santo Tomás que preguntó ¿”por que”? El santo franciscano, con toda humildad, le explicó que su conciencia no lo dejaría en paz si él causase cualquier obstáculo, por mínimo que fuese, a la rápida difusión de tan magnífica Secuencia escrita por el dominico.

Síntesis teológica, en forma de poesía

Aquello que Santo Tomás enseñó en sus tratados de Teología al respecto de la Sagrada Eucaristía, lo expuso magistralmente en forma de poesía en el Lauda Sión.

Se trata de verdadera literatura, que brilla por la profundidad del contenido y por la belleza de la forma, elevación de la doctrina, exacta precisión teológica e intensidad de sentimiento. El ritmo fluye de modo suave, hasta en las estrofas más didácticas. La melodía – cuyo autor es desconocido – combina bellamente con el texto. La unción es inagotable.

Santo Tomás se revela como filósofo y místico, como teólogo de la mente y del corazón, realizando su propia exhortación: “Sea la alabanza plena, retumbante, alegre y llena del brillante júbilo del alma”.

Repasemos algunos trechos de ese célebre cántico.

***

LAUDA SION

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1. Alaba Sión, al Salvador, alaba al guía y pastor con himnos y cánticos.
2. Tanto cuanto puedas, oses tú alabarlo, porque está por encima de toda alabanza y nunca lo alabarás condignamente.
3. Nos es hoy propuesto un tema especial de alabanza: el pan vivo que da la vida.
4.Es Él que en la mesa de la sagrada cena fue distribuido a los doce, como en verdad lo creemos.
5. Sea la alabanza plena, retumbante, que ella sea alegre y llena del brillante júbilo del alma.
6. Porque celebramos el día solemne que nos recuerda la institución de este banquete.
7. En la mesa del nuevo Rey, la pascua de la nueva ley pone fin a la pascua antigua.
8. El rito nuevo rechaza el viejo, la realidad disipa las sombras como el día disipa la noche.
9. Lo que el Señor hizo en la Cena, nos mandó hacerlo en memoria suya.
10. Y nosotros, instruidos por sus ordenes sagradas, consagramos el pan y el vino en hostia de salvación.
11. Es dogma de fe para los cristianos que el pan se convierta en carne y el vino en sangre del Salvador.
12. Lo que no comprendes ni ves, una Fe vigorosa te asegura, elevándote por encima del orden natural.
13. Debajo de especies diferentes, apariencias y no realidades, se ocultan realidades sublimes.
14. La carne es alimento y la sangre es bebida; todavía debajo de cada una de las especies Cristo está totalmente.
15. Y quién lo recibe no lo parte ni divide, sino lo recibe todo entero.
16. Ya sea que lo reciban mil, o uno solo, todos reciben lo mismo, ni recibiéndolo pueden consumirlo.
17. Lo reciben los buenos y los malos igualmente, todos reciben lo mismo, sin embargo con efectos diversos: los buenos para la vida y los malos para la muerte.
18. Muerte para los malos y vida para los buenos: ved como son diferentes los efectos que produce el mismo alimento.
19. Cuando la hostia es dividida no vaciles, pero recuerda que el Señor se encuentra todo debajo del fragmento, cuanto en la hostia entera.
20. Ninguna división puede violar las substancias: ¡apenas las señales del pan, que ves con los ojos de la carne, fueron divididos! Ni el estado, ni las dimensiones del Cuerpo de Cristo son alterados.
21. Es el pan de los Ángeles que se torna alimento de los peregrinos: verdaderamente es el pan de los hijos de Dios que no debe ser lanzado a los canes.
22. Las figuras lo simbolizan: es Isaac que se inmola, el cordero que se destina a la Pascua, el maná dado a nuestros padres.
23. Buen Pastor, pan verdadero, de nosotros ten piedad. Sustentadnos, defendednos, hacednos en la tierra de los vivos contemplar el Bien supremo.
24. Oh Vosotros que todo lo sabéis y todo lo podéis, que nos alimentáis en esta vida mortal, admitidnos en el Cielo, a vuestra mesa y hacednos co-herederos en la compañía de los que habitan la ciudad santa.

Amém. Aleluya.

***

Alaba Sión, al Salvador, alaba al Guía y Pastor con himnos y cánticos

Las palabras del subtítulo arriba constituyen el primer verso del Lauda Sión. Es la expansión del corazón de un santo, tomado por la gracia mística del encanto por el Santísimo Sacramento, que pide a Sión, quiere decir, al pueblo electo del Nuevo Testamento, que pase a alabar al Salvador. Él, el mayor teólogo de la historia de la Iglesia – “el más sabio de los santos, y el más santo de los sabios” – era tan fervoroso devoto de Jesús Eucarístico que, en las horas en que sentía dificultad en sus estudios, colocaba la cabeza dentro de un sagrario en busca de ser iluminado por el propio Dios y no la retiraba mientras no encontrase la solución.

De ese primer verso hasta el final de la quinta estrofa, Santo Tomás condensa toda la infinita alabanza al Santísimo Sacramento del Altar.

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“La Santa Misa es el regalo más precioso y más agradable
que podemos ofrecer a la Santísima Trinidad; vale más
que el cielo y la tierra; vale el propio Dios”
(San Juan Bautista Vianney)

Él continúa a instar a los fieles a “alabar al guía y pastor con himnos y cánticos”. Pero, ¿cómo alabar adecuadamente a ese santo sacramento? ¿Cómo alabar de modo suficiente al propio Dios? Es el sacramento más elevado y substancioso de todos, pues en él está presente el propio Hombre-Dios, en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. No hay palabras, no hay gestos, no hay nada a ser ofrecido que esté a la altura de Él.

Por eso Santo Tomás casi gime al decir: “Tanto cuanto puedas, oses tú alabarlo, porque está por encima de todo la alabanza y nunca Lo alabarás condignamente”.

Y explica ser ésta la tarea que recibió del Papa: ” Hemos hoy propuesto un tema especial de alabanza, el pan vivo que da la vida”.

Es Él que en la mesa de la Sagrada Cena fue distribuido a los doce, como en verdad lo creemos. Sea la alabanza plena, retumbante, sea alegre y llena del brillante júbilo del alma”.

El santo se preocupa en incentivar en nuestra alma una alabanza, la más perfecta que seamos capaces, para así aproximarnos al Santísimo Sacramento y adorar a Jesús, que allí se encuentra por detrás del “velo” del pan y del vino.

¿Por qué celebramos el día solemne que nos recuerda la institución de este banquete?

A partir de este verso, hasta la décima estrofa, Santo Tomás pasa a apuntar la institución de la Eucaristía en la de esta litúrgica establecida por el Papa.

En la mesa del nuevo Rey, la pascua de la nueva ley pone fin a la pascua antigua”. El rito de la Iglesia Católica Apostólica Romana encerrará el de la Antigua Ley, que era una prefigura de él. Por eso completa Santo Tomás:

” El rito nuevo rechaza al viejo, la realidad disipa las sombras como el día disipa a la noche”.

Sí, una vez habiendo venido al mundo lo simbolizado, no tiene sentido celebrar el símbolo. El culto de la Sinagoga en el antiguo Testamento era todo dirigido hacia la espera del Salvador, y sus ritos lo simbolizaban. En el nuevo rito, en la celebración Eucarística, Nuestro Señor Jesucristo se inmola Él mismo. Aunque, estando presente lo simbolizado, ¿para qué el símbolo? ¿Cuál el sentido de inmolar un cordero? El rito nuevo rechaza al viejo …

” Lo que el Señor hizo en la Cena, nos mandó hacerlo en memoria suya”.

Aquí Santo Tomás recuerda las palabras de Jesús en la Cena del Jueves Santo: “Haced esto en memoria mía”.

 Y nosotros, instruidos por sus órdenes sagradas, consagramos el pan y el vino en hostia de salvación”.

Santo Tomás, sacerdote, podía decir con toda propiedad: “instruidos por sus órdenes sagradas”. Es una referencia al Sacramento del Orden, que da a aquel que lo recibe la gran gloria de poder prestar su laringe y sus manos al Divino Maestro. Para que, sobre el altar, se opere uno de los mayores milagros – y el más frecuente de ellos – de la Historia de la humanidad: la transubstanciación. Quiere decir, la substancia vino, cede lugar a la substancia Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.

Es dogma de Fe para los cristianos que el pan se convierte en carne y el vino en sangre del Salvador

A partir de este punto, en diez estrofas, el autor da el detalle, en una maravillosa síntesis, la doctrina católica sobre el Sacramento del Altar. Él continúa:

 Lo que no comprendes ni ves, una Fe vigorosa te asegura, elevándote por cima del orden natural”.

De hecho, por nuestra inteligencia, jamás llegaríamos a penetrar en este misterio tan sagrado. Ni siquiera los demonios, que, aunque decaídos, son de naturaleza angélica, y por lo tanto superior a la nuestra, consiguen discernir en las apariencias del pan y el vino el Hombre-Dios. Sólo la Fe nos hace penetrar en este misterio sagrado.

” Debajo de especies diferentes, apariencia y no realidades, se ocultan realidades sublimes”.

Santo Tomás vuelve a insistir en la idea de que los “velos” del vino y el pan ocultan realidades divinas.

” La carne es alimento y la sangre es bebida; todavía debajo de cada una de las especies Cristo está totalmente”.

Esta es una verdad de Fe, que la Teología nos explica. Mirando el vino y la hostia consagrados, podríamos ser llevados a imaginar que la carne está solo en la eucaristía pan, y la sangre solo en la eucaristía vino. Sin embargo, la doctrina nos dice y nuestra Fe asimila que el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Cristo se encuentran plenamente tanto en la hostia como en el vino consagrados.

” Y quien lo recibe no lo parte ni divide, sino lo recibe todo entero.”

Otra de las impresiones equivocadas que pueden traspasar un alma es ésta: al ver al ministro dividiendo una hostia, pensar que Nuestro Señor ya no se encuentra entero en cada una de las partículas. No es verdad; Por un misterio sagrado, Nuestro Señor Jesucristo se encuentra de modo integral en todas las fracciones que sean visibles.

“Ya sea lo reciban mil, ya sea uno solo, todos reciben lo mismo, ni recibiéndolo pueden consumirlo”.

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Señor mío Jesucristo, que, por amor a los hombres,
estás día y noche en este Sacramento, lleno de
misericordia y amor, esperando, llamando
y acogiendo a todos los que vienen a visitarte, yo
creo que estás presente en el Sacramento del
altar… (San Alfonso María de Ligório)

Otra verdad de Fe: si un millón de personas comulgan al mismo tiempo, como ya aconteció en algunas Misas presididas por el Santo Padre en sus viajes por el mundo, todos estarán recibiendo uno solo y el mismo Jesús, sin cualquier fraccionamiento de su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Todos Lo reciben en su todo. Y es más un misterio: al recibir Nuestro Señor Jesucristo, no podemos consumirlo, pues, cuando se deshacen las especies sagradas en nuestro organismo, Él deja nuestro cuerpo sin tocarlo, santificando nuestra alma y dándonos vigor hasta en la salud.

” Lo reciben los buenos y los malos igualmente, todos reciben lo mismo, sin embargo con efectos diversos: los buenos para la vida y los malos para la muerte. Muerte para los malos y vida para los buenos: ved cómo son diferentes los efectos que produce el mismo alimento”

Quien comulga en estado de gracia, recibe un influjo de vida y de fuerza espiritual y hasta corporal. Entre tanto, ay de aquellos que se aproximan a ese Sacramento en estado de pecado mortal” El olor de la muerte toma pose aún más del alma y del propio organismo. Cuánto cuidado debemos tomar para no aproximarnos a la Eucaristía sin estar enteramente preparados. Busquemos antes el confesionario, que se encuentra a nuestra disposición, y sepamos arrodillarnos con humildad y pedir perdón por nuestras faltas.

 Cuando la hostia es dividida, no vaciles, pero recuerda que el Señor se encuentra todo debajo del fragmento, cuando en la hostia entera. Ninguna división puede violar la substancia: ¡apenas las señales del pan, que ves con los ojos de la carne, fueron divididos! Ni el estado, ni las dimensiones del Cuerpo de Cristo son alterados”.

Santo Tomás retorna aquí lo que ya enseñara más arriba, para solidificar en las almas la doctrina católica a respecto de la Eucaristía.

” Es el pan de los Ángeles que se torna alimento de los peregrinos”

El santo recuerda en estas frases que el Sacramento del Altar es la realización de antiguos signos: “Verdaderamente es el pan de los hijos de Dios que no debe ser lanzado a los canes. Las figuras lo simbolizan, es Isaac que se inmola, el cordero que se destina a la Pascua, el maná dado a nuestros padres”.

Las últimas estrofas alaban al Buen Pastor que nos alimenta y guarda y nos hace futuramente participantes del Banquete Celestial. En este trecho final, letra y melodía se unen en una suprema belleza, de irresistible dulzura:

“Buen Pastor, pan verdadero, Jesús, de nosotros ten piedad. Sustentadnos, defendednos, hacednos en la tierra de los vivos contemplar el Bien supremo.

“Ó Vos que todo sabéis y todo podéis, que nos alimentáis en esta vida mortal, admitidnos en el Cielo, a vuestra mesa y hacednos co-herederos en compañía de los que habitan la ciudad santa. Amén. Aleluya”.

(Revista Heraldos del Evangelio, Junio/2002, n. 06, p. 6 al 10)